Los mismos temas de siempre, pero con un poco de humor:
Desde que esta tortuga aprendió a amarse incondicionalmente, su realidad exterior, que refleja con precisión cómo es su mundo interno, también dejó de imponerle condiciones. Como prueba de ello, aquí la vemos… ¡levitando!
Seguramente puso en marcha, para su beneficio y para el de los demás, el siguiente círculo virtuoso:
1. Porque se quiere se siente muy bien, a gusto consigo misma. A los demás, entonces, les resulta fácil quererla.
2. Quererse y saberse querida hace que se sienta plenamente feliz.
3. Y sentirse plenamente feliz provoca que, naturalmente, irradie amor hacia los demás y hacia ella misma.
El pequeño ego de la tortuga también está representado en el dibujo: muy atrás, a un costado, claramente en un segundo plano. Paradójicamente, es mucho más útil ahora que cuando tenía pretensiones de protagonismo excluyente.
Por su expresión, finalmente, podemos adivinar cuál es el secreto de esta tortuga: está completamente conforme con ser ella misma y siente una profunda gratitud por ser quien es, aunque le haya tocado en suerte ser, en esta vida, simplemente una tortuga…
Axel Piskulic
La ilustración es de Johan Potma
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