El siguiente relato pertenece al libro «Por la fe a la justicia». Su autor es Carlos G. Vallés, un sacerdote jesuita discípulo del padre Anthony de Mello. No todos tenemos una vocación religiosa tan profunda. Y tampoco compartimos necesariamente las mismas creencias. Pero esta historia puede sernos útil a todos por igual: precisamente cuando nos sentimos abrumados por los problemas, es cuando tenemos frente a nosotros una valiosa oportunidad de comprender, de reconocer, de recordar que somos parte de un Poder Superior al que siempre podemos recurrir…
El elefante y el cocodrilo
Un amigo mío explicaba esta historia personal suya, o quizá fuese sólo una parábola. Una vez, decía, estaba yo sentado en un departamento del tren, y un niño pequeño estaba a mi lado y comenzó a hacer preguntas como los niños hacen siempre. Me preguntó: «¿Cuándo arrancará el tren»? Yo sentí la oportunidad y contesté muy serio: «El tren echará a andar cuando nosotros empecemos a empujar». El niño abrió sus grandes ojos con sorpresa: «¿De veras?», «De veras», dije yo. «¿Si no empujamos no arranca?»; «No puede arrancar. Una vez que empiece, ya va por su cuenta, pero para que arranque tenemos que empujar», le dije. «Entonces vamos a empujar». «Enseguida; sólo espera un poco a que suban todos los pasajeros. Ya te diré cuándo hay que empezar». Me fijé en el reloj de la estación para estar al tanto de la hora exacta, vi la luz roja cambiar a la amarilla, oí el pitido del jefe de estación y le grité al niño: «¡Ahora!, ¡Empuja con toda tu alma!» Y él y yo nos pusimos a empujar con todas nuestras fuerzas contra el panel del departamento hacia la máquina. El chico empujaba más y más, hasta que sus labios iniciaron una sonrisa y se le iluminó la cara. ¡El tren se movía! Muy despacio al principio, luego ganando velocidad poco a poco, y al fin a toda marcha. El chico estaba encantado. Viajaba en un tren que él mismo había ayudado a poner en marcha. No podía menos de sentirse satisfecho. Decirle que la locomotora funcionaba a vapor hubiera sido estropearle la fiesta. Ya le quedaría tiempo de sobra en la vida para averiguarlo.
Es bueno para el hombre, es el curso natural de los acontecimientos, es providencial para su desarrollo espiritual que empiece la vida con joven entusiasmo, que se crea que es un héroe, que piense que el tren arranca porque él lo empuja. Eso le hará empujar y trabajar y esforzarse, eso le hará rendir con toda la plenitud de sus facultades. Todo eso es importante para empezar bien y echar a andar. La tragedia llega cuando esa actitud, que es sólo actitud de principiante en la vida espiritual, continúa y se perpetúa de por vida, y el hombre maduro continúa empujando trenes como si fuera un niño. El que comienza con la oración, se lanza a conseguir la santidad personal como un estudiante trabajador se lanza a preparar un examen para sacar buenas notas. Eso va bien para empezar, pero el peligro es que esa actitud de «ejecutivo espiritual» puede convertirse en hábito de por vida y hacer mucho daño. Esa actitud sirve sólo para el primer lanzamiento; pero, si se continúa indefinidamente, pronto comenzará a causar inquietud, frustración y desesperación, con la tentación persistente de echarlo todo por la borda, ya que, por muchos esfuerzos que haga, no consigue nada. Los trenes no se mueven cuando los empujamos.
Quiero definir la actitud práctica tal y como yo la entiendo. Para empezar, esfuérzate con toda tu alma, sin olvidarte de Dios, desde luego, pero casi como si en la práctica fueras a conseguir la perfección por ti mismo, y sigue creyendo bastante tiempo que así es como de hecho sucede. Luego, y este «luego» puede llevar años, frena un poco, mira atrás, examina tus experiencias, sé honesto contigo mismo y admite ante tu conciencia que no estás llegando a ninguna parte, que la perfección está más lejos que cuando empezaste, que aún no eres santo ni llevas camino de serlo, que rezas peor que al principio y tienes más distracciones y tentaciones que nunca; y vuélvete a Dios y reconoce que sólo de su misericordia y de su gracia puedes esperar ayuda para avanzar y conquistar. Si no haces todo lo que está en tu mano y fallas, nunca puedes llegar a ser de veras humilde, porque te seguirás diciendo por lo bajo que si lo hubieras intentado más en serio, lo habrías conseguido. Haz todo lo que puedas, ten la satisfacción de que no has escatimado nada, déjate sentir en pleno la futilidad de tus esfuerzos por sí solos, admite la derrota, y vuélvete a Dios, entrégate a él y abre tu vida de par en par a la acción de su gracia. La fe fecundará tus esfuerzos, y tu vida dará fruto. Estás en buenas manos.
Una historia de la mitología india. El elefante del dios Indra, Gajendra, había ido a bañarse en el río. El elefante es símbolo de fuerza y poder, de autosuficiencia cuando se trata de tirar o empujar o luchar o abrirse paso por donde sea. No necesita la ayuda de nadie para dominar la selva y vivir su vida. Y, sin embargo, esta vez Gajendra tenía problemas. Un cocodrilo del río se había acercado sigilosamente, había apresado una de sus patas delanteras en sus mandíbulas y lo estaba empujando hacia la corriente de las aguas profundas. El elefante se resistía, pero sin éxito. El agua no era su elemento, sus pies resbalaban en el barro, y el dolor producido por los dientes del cocodrilo lo cegaba y enfurecía. Gajendra tiraba con toda su alma, quería salvar la vida, el prestigio, el puesto del más fuerte habitante de la selva. Lo haría una vez más como siempre lo había hecho; era sólo cuestión de reunir todas sus fuerzas y liberarse de una vez. Lo intentó. Y perdió más terreno. Viendo entonces que pronto iba a desaparecer bajo las aguas y no quedaría ni rastro suyo, cambió de táctica. Se acordó de Dios y rezó, como hasta los elefantes pueden rezar en las leyendas para dar ejemplo al hombre: «No puedo salvarme por mis propias fuerzas. ¡Me hundo! ¡Sálvame!» En aquel mismo instante apareció el dios Visnú, montado en su águila Garuda, y salvó a Gajendra de los dientes del cocodrilo y de su propia soberbia. El auxilio divino apareció cuando el ser más fuerte de la tierra reconoció que ya no podía más.
Parábola de gracia y de fe. Dios viene cuando el hombre reconoce su propia limitación. Cuando abandonamos nuestra soberbia es cuando nos abrimos a la fe. Entonces comienza la mejor etapa de la vida.
Carlos G. Vallés
Las ilustraciones son de Josephine Wall.
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Me encantan todos los artículos acá plasmados, son muy conmovedores y hermosos… felicidades por sus publicaciones…
Gracias, gracias, gracias una vez más me haces ver lo que mi alma debe soltar… Dios ayudame con esta soberbia de creer que puedo sola, cuando no es así, te suplico que entres en mi vida y me ayudes a entender y aceptar lo que tú quieres para mí.
Gracias!!!
Señor Dios Omnipotente… necesito de tu guía para ser mejor día a día… necesito de ti… para amarme como tu me amas… necesito de ti… para saber cómo realmente soy… lo que soy y para que estoy aquí… Dios Padre Madre Hijo amado… ilumíname para llevar a cabo el propósito que tu has decidido para mí…
Amen… Gracias Axel… nuevamente Gracias…
Gracias, gracias, la soberbia impide aceptar que no podemos solos, que tenemos que pedir ayuda al creador para que nos ayude a salir de los problemas es muy cierto, y nos olvidamos de el porqué estamos aquí, qué hacemos por nosotros y por nuestros semejantes y es solamente de subir la mirada y extender la mano a un Dios que está allí esperando pacientemente por entregarnos su ayuda y que nos ama. Dios, estoy abierta a recibir tu misericordia, ayúdame Dios padre que no puedo sola con tanto dolor.
DIOS, dios, dios, como pude ser tan soberbia pensando que podía salir de este hueco que dejó la muerte de mi esposo sola, que soy tan fuerte que ni siquiera este dolor me acabaría. No sé si pedir perdón por ello, pero siento la necesidad y sólo quiero ayuda para salir a flote porque lo admito el cocodrilo del dolor me está llevando al río, Dios aquí estoy abierta a ti apara recibir tu ayuda, gracias por abrir mis ojos para darme cuenta. Millones de gracias por permitirme leer este artículo. Que Dios los bendiga…
Muchas veces nos creemos autosuficiente, creemos que lo podemos todo que no necesitamos ayuda, pero Dios esta allí, esperando y cuando reconocemos que no podemos, que lo necesitamos, Él llega para librarnos, Dios jamás llega a nuestra vida si nosotros no le damos permiso, Dios es amor…
Dios es nuestro creador, y debemos confiar en Él pase lo que pase, gracias por estas historias porque nos enseñan que la vida es bella, a pesar de sus altos y bajos; lo importante es estar dispuesto cada día para sacarle y darle lo mejor de nosotros mismos. Felicidades…
Que bellísima historia… No hay como rendirse totalmente a Dios. Él nunca nos abandona, siempre está ahí para ayudarnos y consolarnos. Su gracia es lo que nos da la fuerza para vivir la vida plenamente. Bendiciones. 🙂
Gracias por crear una página así, porque me ha servido muchísimo.
Hola.. muchas gracias por este cuento del cocodrillo y el elefante!!!! Es maravilloso…
Hola!!!… Muy lindo el relato y hermosas las imágenes, realmente bellísimas… Muchas gracias.
El relato del elefante y el cocodrilo es realmente así, lo considero muy bueno y real, la soberbia nuestra supera la fe que podamos tener, nos creemos omnipotentes y eso es pura destrucción.
Gracias k bello me considero una persona con un alto grado visual, el relato es hermoso… pero las imágenes aún más… gracias… por tu bella página que siempre ayuda a crecer… tus relatos son como deliciosas gotas de agua q aportas a una flor nuestras vidas…!!!!
Me encantó, muchas gracias por compartirlo, tanto la parábola como las ilustraciones son hermosas. Dios te bendice, un abrazo desde Monterrey, México.
Rendirse ante la vida eso es todo, lo sabemos adentro, lo intuimos, pero qué trabajo nos da aplicarlo de corazón en este mundo tan complejo… es fácil hablarlo, compartirlo, palabras, bla, bla bla… pero cuando viene el momento de la verdad nuestro ego o «eso» se resiste.
Gracias
Pz
Gracias Axel. Sé por propia experiencia que si te resistes a la vida aumenta el sufimiento de forma considerable. Sólo si no opones resistencia, si te rindes, si aceptas, se aquieta la mente y reconoces, aunque sea por un momento, el dios que hay en ti. Es lo único que me funciona, como al elefante. Para mí es real.
Gracias de nuevo. Besos.
Felicitaciones, es digna de encomio la página y los artículos son para mí reconfortantes y alentadores. Muchas gracias.
Hola Axel! Me gustó mucho tu idea de buscar el entusiasmo desde muy pequeños y creernos héroes 😀 😀 😀 y en la historia del tren, la realidad es mejor que la ficción… (o la mentira que le dijeron), porque el niño realmente hizo que se moviera el tren! tal vez no empujándolo físicamente pero sí espiritualmente, porque todo lo que sucede a nuestro alrededor lo estamos manifestando 😀 La mejor muestra de nuestro poder de manifestación somos nosotros mismos, fue porque nos «pensamos» en la dimensión no física que ahora estamos aquí, nos manifestamos a nosotros mismos!!! :O bueno… eso he escuchado y me gusta mucho la idea ¿A poco no está padre?!! jaja!
Excelente, quería felicitar por la página y los temas tratados, me han sido de gran ayuda, muchas gracias.